La tierra le grita a
Dios,
ahuecando sus manos toscas y rojas en torno a sus millones de bocas
secas,
el sentir de sus vísceras se vuelve fuego,
el sentimiento se mezcla con
una parte del espaverso y del unipacio;
Dios casi no la escucha,
su
indiferencia la tranquiliza,
casi la excita;
pero el grito lleva ira,
y su
garganta se desgarra con la pasión de sus pulmones tibios;
el llanto es
inminente,
la lluvia se avecina;
Dios te golpea la espalda;
calma; calma…ya
pasará.